sexta-feira, 5 de agosto de 2011

 

Roque Dalton


Por Ernesto Cardenal


A Roque Dalton eu recordo rindo. Fraco, de un branco pálido, ossudo, narizão como eu, e sempre rindo. Não sei porque sempre te recordo rindo, Roque Dalton. Um revolucionário sorridente. Não é que os revolucionários sejam especialmente sérios, mas é que ele era um revolucionário especialmente sorridente. Se ria em primeiro lugar de si mesmo. Se ria de coisas ridículas de El Salvador, e sempre estava falando de El Salvador. Gostava muitíssimo de seu pequeníssimo - 'pulgarcito' - país. Se ria da burguesia salvadorenha naturalmente, e nos fazia rir a todos. Ria dos jesuítas com os quais se havia educado e em cujo colégio havia «perdido a fé» (também ria desta expressão) para entrar no Partido Comunista e também ria de coisas de seu Partido Comunista (porém, de todo modo era seu partido).



Escrito en una servilleta

Alzo mi copa, camaradas,
y ante todo pido que me perdonéis
por atravesar sin permiso y sin compostura
las puertas de la emoción:
Nuestro hermano de tan lejano país,
nuestra hija de las entrañas, niña de nuestros ojos,
fundan su noble casa sobre una firme piedra.
Hijos del pueblo,
comunistas los dos,
han escuchado la fulminante voz del corazón.
La alegría es también revolucionaria, camaradas,
como el trabajo y la paz.
Boda de flores rojas, ¡hurra, por ellos!
¡Mucho amor uno al otro!
Siempre fieles y mutuamente apoyados
nos darán hijos hermosos
(sea esto dicho con el perdón)
que lucirán muy bien los primeros de Mayo.
Y es que a partir de ahora
cada uno es un camarada
multiplicado por dos.
Esto es como si dijéramos
el lado práctico del romance.
Comamos y bebamos, camaradas.

                                Roque Dalton


Escrito en una serivilleta