quinta-feira, 10 de novembro de 2011



 EL PAISAJE Y EL HOMBRE


Por Atahualpa Yupanqui


Pipo Lernud y Héctor Ariel Olmos
Para Expreso Nº53
Diciembre de 1980


La geografía, el paisaje, aconsejan. La pampa no tiene montañas, no tiene accidentes. Un hombre a caballo domina todo el paisaje. Por eso el habitante de la pampa es menos supersticioso que el indio del norte. Porque él ve salir y ponerse el sol. Ve salir y meterse la luna. Va galopando en los grande espacios planos. No tiene misterios, no tiene miedos. Alguna luz mala, puede ser, pero un hombre a caballo domina el paisaje. En cambio, en la montaña, la primer piedra le cortó los horizontes. El indio no llega hasta la media mañana. A las cinco de la tarde ya se escondió detrás de la montaña. Y empieza a extenderse las sombras. Y el indio se pregunta: ¿A dónde fue el sol? ¿Qué hay detrás de la montaña?

El hombre de la montaña, cuando canta ¿que canta? Coplas breves. Porque vive constreñido entre valles y piedras. Cuando baila es como si tuviera un poncho de lata (imita los movimientos del baile, con los brazos caídos, mo-vimientos cortos). Un coya, cuando va a un boliche, nunca grita. "Un vinito, una cervecita". Todo en diminutivo y voz baja. Y a lo mejor se toma veintidós "cervecitas". Recién cuándo están chupados, o es carnaval, entonces dan su grito en la noche. Una coplita de cuatro versos apenas. Ese hombre, cuando enlaza, hace una armada chiquita, porque tiene piedra todo alrededor.

En la pampa, en cambio, el hombre agarra un lazo ancho, como para envolver seis toros. Y va al galope. Tira lejos y agarra. Y nunca habla en voz baja. Cuando entra al boliche grita: "¡negro, servime una ginebra!" fuerte, porque la pampa no tiene ecos, no le devuelve la voz. En cambio la montaña le devuelve la voz al indio y él cree que son dioses misteriosos que le están devolviendo la voz. 

Por eso el paisano usa décimas largas en su poesía. Porque tiene pampa para rato. Por eso los estilos de la pampa son largos. Son versos que parecen hechos en la cárcel, dónde la gente tiene tiempo de sobra. El hombre del Sur es muy seguro de sí mismo, y por eso se permite dar consejos. El otro está abrumado, apresado por el paisaje, y así es su canto.
Atahualpa Yupanqui