sexta-feira, 14 de junho de 2013



Facundo Cabral:
"enmudecí de dolor"


_por Enilton Grill


Um dia, ele entrou na cafeteria do hotel onde estava hospedado - em São José (Costa Rica), e conheceu Bárbara, sua mulher. Ele tinha 40 anos, ela 18. Segundo ele, era belíssima. Foi finalista de um Miss América e capa da Playboy. Ela estava com seus pais e ele aproximou-se da mesa e disse: “Oye, eres mi mujer, te vine a buscar”. Seus pais o olharam como dizendo: “¿Y este loco?” Mas ela, entre estupefata e encantada, consentiu. Seus pais não puderam fazer nada. Bárbara fez as malas e eles viajaram o mundo por cinco anos. Ela o acompanhou a Hiroshima, a Kioto, a Pequim, a Xangai...Cruzaram no transiberiano de Moscou a Pequim, e, nesses cinco anos, tiveram uma filha. Numa ocasião em que ele foi cantar na Universidade de Harvard, as duas, mulher e filha, esperavam-no em Los Angeles. Ele devia encontrar-se com elas para seguirem juntos para Chicago. Mas seu voo atrasou duas horas e ele não chegou a tempo. Elas pegaram o avião e o avião caiu. A filha tinha um ano e Bárbara 23. O choque foi tão grande, que ele desaprendeu a caminhar e a falar a quase dezena de idiomas que falava, inclusive o próprio, o espanhol: "me olvidé de todo... de hablar, de los idiomas que sabía, de caminar... Y cuando volví a la realidad solo podía hablar español y las piernas me dolían... Enmudecí de dolor". Ele ficou meses prostrado e deprimido. Arrasado e desiludido. Quase ficou cego. Quase morreu. Um dia, Madre Teresa disse-lhe uma frase extraordinária: “Mi amor ¿sabes qué es lo único que te puede matar? El amor que te está sobrando ¿dónde lo vas a poner?. Depois, convidou-o a segui-la. Em Calcutá, banharam leprosos e tiraram das ruas centenas de crianças abandonadas. Reaprendeu a falar e a andar. Aprendeu a se dar. Voltou a cantar, filosofar e amar. Voltou a confiar na vida como o dia confia na noite e a noite na chuva e a chuva no vento. E então escreveu seu testamento. Doído e comovido por nos deixar tudo, e a ela, querida, não deixar nada.


EL DÍA QUE YO ME VAYA


_por Facundo Cabral


(Recitado)

Cuando el Universo me abandone
y el viento desgaste mis manos,
y abrevie mis pasos,
cuando el sol esté ausente del cielo
y no me alcance el día.

Cuando el mundo no me proteja del vacío,
cuando el todo se aleje y se confunda en la nada,
cuando en la noche se refleje mi antigua duda
y ya no vea en ella mis ojos.

Entonces, cambiaré mi torpe cuerpo
por las alas con las que entraré
en la mañana del despertar eterno,
más allá de los sucesos momentáneos.

Extasiado por las sutiles y vagas nubes
donde se repetirá la tenue luz que es la vida,
a quien sabré de misterio entero
para poder escribir, por fin, el poema.

Porque eso es la vida,
un constante tejer y destejer
de vagas sombras,
sin más sentido que la belleza.

La vieja luna de oriente
y las campanas de Lorca,
la llamarada de Whitman
y la belga de Mallorca.

El sol, el amado sol
que enciende toda la vida,
esa fiesta permanente
por la que mi alma camina.

El espíritu extasiado
y la gloria de los días,
la salud de Dinamarca
y el encanto de Turquía.

Una idea que armoniza
con tantas otras ideas,
dos hermanos en Tandil
un abuelo en Galilea.

Una madre que me espera
y un padre que no conozco,
Nueva York cuando la nieve
y México cuando Orozco.

(Cantado)

Una milonga sureña
un par de botas tejanas,
una esperanza infinita
y una flor en la ventana.

Una canción inconclusa
y un jorongo mexicano,
amores en todo el mundo
y nada preso en la mano.

Un amigo en el desierto
y un maestro en la montaña,
la libertad más hermosa
y la idea más extraña.

Esas cosas dejaré
el día que yo me vaya,
querida perdóname
si a ti no te dejo nada.

Una cerveza en Holanda
un pintor en Salamanca,
una hoguera junto al Nilo,
un poema en Casablanca.

Una pregunta en el aire
y una respuesta en el alma,
las noches en el mar Rojo,
y los veranos de España.

La voluntad y el delirio,
una vieja gorra griega
un turbante del Neguev,
dos máscaras, una quena.

Esas cosas dejaré
el día que yo me vaya,
querida perdóname
si a ti no te dejo nada.

La lluvia sobre Marruecos,
en el bolso, pan y queso,
y la Biblia liberando
a mis sueños y a mis huesos.

La locura satisfecha
y la conciencia tranquila,
los temores que perdí
en París o Alejandría.

Amo y señor de mí mismo
sin bandera y sin espada,
al viento devolveré
las maravillas prestadas.

Las alegrías de ser
y hacer lo que uno ama,
querida perdóname,
si a ti no te dejo nada.


El Dia Que Yo Me Vaya
Facundo Cabral
Faixa 07
Recuerdos de Oro
1994